Aída Corina en su estudio
Recuerdo y reproduzco hoy algo de lo que en una ocasión se ha dicho de su obra: “Lo primero que sorprende de su modo acuarelístico es el intento -logrado- de ofrecer una acuarela distinta al uso y abuso del tiempo presente. Si de algo peca la acuarela de hoy es de amaneramiento, de repetición, de hastío. Por ello todo intento de renovar la técnica y de enfrentarse a los temas desde la originalidad merece elogio”1 . Esto es en realidad el secreto de su obra, el mantener una forma propia de realización de esta olvidada técnica del agua, consiguiendo una fusión de meditada abstracción lírica de la naturaleza y de elementos figurativos, en donde la pintora ha logrado el pleno dominio y la absoluta identificación convirtiéndose en una de las representantes de esa técnica de la acuarela de Aragón.
La obra de esta artista oscense nacida en Embún (Huesca), no es un camino en zig-zag, sino una marcha de realizaciones continuadas y constantes. Nadie mejor que el crítico de arte Félix Ferrer, quien apoyó desde sus inicios a esta acuarelista, para definir y meditar sobre su obra: “Aída Corina es una de esas artistas autodidactas que más rápidamente se ha hecho a sí misma, que han llegado a una síntesis de depuración en la pintura; Aída se propuso hacer un arte dentro del entorno de las corrientes de su tiempo, enterrando modernismos grandilocuentes que puso como trampa el academicismo y que, como a tantos otros, dominó en sus comienzos”.
Desde su más tierna infancia sintió la plástica y la música como alientos vitales, lo cual denota tempranamente en ella su gran sensibilidad que ha de ser el impulso que regirá su vida.
Hacia 1973 rompe con el academicismo con una tímida abstracción paisajística, decantándose definitivamente por la técnica del agua que no abandonará a lo largo de su trayectoria artística. Pero no sólo se limita a trabajar la acuarela con soportes tradicionales, sino que su inquietud la lleva hacia experiencias renovadoras, como por ejemplo algunos de sus paisajes con soportes en tablex, cartón, yeso. En 1977 recibió el premio de la Villa de Talence (Francia) por su obra titulada “Pira” realizada con esta técnica novedosa.
"Pira". Acuarela sobre tablex
Durante la década de los setenta la autora trabaja sin descanso y son frecuentes las noticias de exposiciones en diversos puntos de nuestra geografía. Pero será a finales de esta década cuando en su obra la pincelada de la aguada va consiguiendo verdadera libertad. Así el mundo de la pintora aparece tramado por el espíritu de la naturaleza, por paisajes de infinitos campos, de primaveras soñadas, de vuelos de pájaros, en los que la artista tiene mucho que decir con toda la fuerza de su mundo interior; unos paisajes valientes, con un estilo inconfundible y de una gran sensibilidad; una serie de obras en donde a partir de ahora nacerá una de las características esenciales de su obra: la libertad. Hay en Aída un entusiasta humanismo confesado: “Amo el espíritu de las cosas, por muy sencillas que éstas sean, todas ellas han sido creadas. Mi pintura es un canto de ardor a la naturaleza que yo invento y visto con mis ensoñaciones”.
Paisaje
Poco a poco las formas reales aparecen en su obra como remoto pretexto para la exposición que busca la más extremada síntesis. Constituyen una serie de acuarelas realizadas entre 1985-1987; una colección de paisajes de Aragón, en aquellas formas de pura invención en las que la referencia a lo real es casi accesoria: insinuaciones de luces, matices de color sutil y transparente, paisajes nacientes a partir de la sencillez de trazos en la más lírica y exaltada riqueza expresiva. Aída comienza a parcelar las superficies de sus obras a través de coordenadas y perpendiculares abriendo en ellas surcos, manantiales cromáticos, lunas, escaleras, soles…. Una mezcla de realidad y sueños. El dominio técnico está presente y su pintura refleja un universo íntimo, adentrándonos en una interminable locura de color.
En el año 1993 una fuerte crisis personal la lleva a abandonar la pintura durante unos años.
Pero si existe un espíritu creador hay que expresarse y así surge de nuevo la obra que configura y supera toda barrera. De modo que comienza a enfrentarse con nuevas realizaciones plásticas. Así, su exposición individual en el año 1997 bajo el epígrafe “Paseos” en el Centro Cultural de Ibercaja en su sede en Huesca, pertenece a un mundo más aéreo; obras por las que a través de un tratamiento de dos elementos fundamentales –el color y el gesto- se accede al hecho que en primer y último lugar interesa a la pintora: el espacio pictórico. Un espacio de líneas acotadas, de zonas centrales pigmentadas en contraste con la tonalidad del conjunto, a fin de conseguir una composición más compleja y de producir determinados movimientos de los efectos monocromos. Todo ello produce tensiones internas más acordes con la poética actual de Aída.
No me robéis la Luna
En la última exposición en abril de 2003 bajo el título de “Tránsitos”, se construye el itinerario de un largo viaje o tránsito, en una obra caracterizada por una indagación íntima y un canto a la luminosidad. Éste es el sentido último de las obras de Aída cuyo armazón argumental se forja, ante todo, de la memoria, de las emociones y del silencio. Para ella nada parece tener valor alguno si es ajeno a sus sentimientos. Esta opción suya se apoyan en obras que rozan la nostalgia latente, por eso el sueño se levanta ante la realidad como mecanismo de salvación. Lo mágico de un lado y lo poético de otro… Un viaje extraño, hecho de luces y sombras que son señales que inquietan a esta autora y encienden sin cesar su imaginación.
Esperanza
La obra de Aída ha llegado a un grado de serenidad y madurez que permite un estudio equilibrado y sin vacilaciones para situarle exactamente en el punto que le corresponde dentro del contexto artístico de la acuarela en Aragón.
Virginia Baig Omella.
(De la Asociación Aragonesa de Críticos de Arte)
1. Martínez Cerezo, A.: Diario Montañés, Santander, miércoles 3 de abril de 1985. “Exposición de Aída Corina en el Museo Municipal”.